jueves, 23 de abril de 2009
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miércoles, 22 de abril de 2009
s/t.-
Ha vuelto a pasear por la ciudad. En busca de lo que añora. No lo ha encontrado. Tampoco sabe si buscarlo, si debe buscarlo o si debe dejar que desaparezca para siempre. Fue la pluma de Shakespeare quien rubricó que uno de sus protagonistas era tan sólo un juguete del destino. Sin rumbo, se ha sentado en el suelo. Recuerda las páginas de un libro donde una chica diferente era la protagonista. Recuerda aquella voz leyendo el desenlace. Y allí, observando a la gente que la mira mientras camina ajetreada, se da cuenta de que todo cae en el cajón del recuerdo. Seguro que el desenlace de la historia es claro pero, de momento, no quiere darse cuenta.
Sumida en su mundo, sube el volumen de la música. El aislamiento es total. Si alguien fotografiara aquel momento de la ciudad, la agitación constante, el volumen de coches, los cruces entre personas y el gran barullo entrarían en contraste con aquella chica, sentada en el suelo de una gran ciudad. Y cuando quiere reaccionar es consciente de que ya es demasiado tarde. No sabe cuándo ha empezado a resbalar una pequeña lágrima por la mejilla pero nota el lento paseo por su rostro. Y así, confundida en un gran todo, se levanta y reanuda la marcha. Recordando, recordando aquello tan bello que en su día existió…
Echa de menos a su Hans Castorp*
lunes, 20 de abril de 2009
la esencia de tres.-
El equipaje era sencillo; risas para siete días, discusiones para momentos breves, complicidad a todas horas y soledad en la justa medida. La majestuosidad de la ciudad a sus pies. Bellos parques en los que se adentraban para perderse entre sus pensamientos y encontrarse, cada uno, con él mismo. Calles que susurraban canciones de amor y puentes que cruzaban zonas que se creían imposibles. Y un breve paseo por el río, sin rumbo fijo y con intención de llegar a cualquier otra parte. Y allí, entre calles adoquinadas y relojes astronómicos, uno de los mosqueteros perdió la cuenta de la realidad imaginándose un futuro inmediato y poco probable.
Cinco horas y cerca de 400 kilómetros. Un vagón de seis sólo para tres. Horas muertas pensando en todo lo vivido y recordando anécdotas mientras las páginas de El hombre más buscado se van sucediendo. Y otra ciudad imperial. Fachadas blancas y altas que ensalzan la magnificencia de tierras austríacas. Cúpulas de color verde que bajo el cielo azul muestran que en la vida no es sólo blanco o negro. Noches de risas y charlas. De alcohol. Noches de sollozos y de no saber estar a la altura. De aquellas que transcurren lentamente y en las que el reloj se convierte en el enemigo fiel. De desayunos a tres. Días de cafés y paseos en parques de atracciones. Recordando que nunca se deja de ser un niño. Y un tercer aeropuerto. El que anuncia el viaje de vuelta. El que augura un retorno a la realidad de manera inmediata. El último reducto de felicidad antes de volver a caer en la rutina. El tercer aeropuerto de los tres mosqueteros.
viernes, 10 de abril de 2009
196.-
El principito partirá un 12…