lunes, 24 de marzo de 2008

el estrecho.-

MARTES 18 DE MARZO DE 2008



Hoy he descubierto un pequeño lugar, en este recóndito país, donde, si alguna vez no saben dónde estoy, ya saben dónde pueden ir a buscarme. Está unos metros por encima del nivel del mar y reposa en la ladera de una montaña. Para llegar hay que seguir una carretera, dirección Tarifa. El cartel que anuncia tan maravilloso lugar no es muy visible, por lo que tienen que estar muy atentos. A lo largo de la carretera, cuando vean un desvío a la izquierda, giren, aparquen, apaguen el coche y prepárense para disfrutar de una de las vistas más espectaculares. Este precioso lugar responde al nombre de el mirador del estrecho y la vista espectacular no es otra que la costa de África.

Para mí, representa la conexión directa con mi paraíso. El continente negro se encuentra a tan sólo quince kilómetros de distancia. Si cierro los ojos, y me concentro, puedo oler el aire de África. Si me siento en la barandilla, con los pies sin pisar tierra firme, me imagino sobrevolando, por fin, la tierra de baobabs. Si le pongo un poco de inspiración, soy capaz de escribir páginas y páginas de todo lo que África significa en mi vida.

Un suave toquecito en la espalda me devuelve a la cruda realidad. Una ténue voz me dice que que la expresión de mi cara ya no es la de antes. No sabe si es alegría, tristeza o algo de melancolía. Me pregunta el motivo pero, viendo que no me inmuto, sigue mi mirada y llega a África. Y, entonces, con actitud de amiga y compañera, me pasa un brazo por la espalda y me susurra: eres de admirar. Y, medio en babiam vuelvo al coche. Me alejo, otra vez, de la tierra rojiza que ansío volver a pisar, con los pies descalzos para no ocasionarle daño alguno.

Horas más tarde, aún no he sido capaz de borrar tal imagen de mi memoria. Mi retina ha grabado, de manera permanente, aquella ciudad, aquella montaña y aquella costa. Sonrío mientras escribo estas líneas. Por un momento, todo ha dejado de existir y me he sentido, otra vez, como en la aldea de N'kondedzi.

Tres años han pasado tras mi primer contacto con el continente olvidado y aún no he comprendido qué magia albergan sus tierras, que te atan por siempre jamás. Nunca, y nunca en su totalidad, he deseado y necesitado tanto volver a un lugar. Aquella pequeña aldea, a 120 kilómetros de la ciudad más cercana, a los pies del N'Pongi y rodeada de selva virgen, ha mellado en mí de tal manera que, antes de irme, ya deseaba volver.

El verano 2009 volverá a tener color africano*

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Me alejo, otra vez, de la tierra rojiza que ansío volver a pisar, con los pies descalzos para no ocasionarle daño alguno."


aquí començarem a tenir-li por al estiu del 2009 pk ens deixaràs, però li tindrem devoció a la resta de l'any per tot el que ens arribaràs a escriure!!!!


muaks