martes, 8 de septiembre de 2009

hasta siempre.-

Empezaron de manera forzada. Obligada, pensé en un título. No podía ser uno cualquiera. Viajé por gustos, preferencias, cine y literatura. Y en este último campo encontré la referencia perfecta. Tierras del principito. Una cabecera citada del autor francés era el preludio de unas tierras habitadas por muchos y por nadie. Empezaron siendo mi refugio y se convirtieron en testigo. Testigo de historias explicadas y otras por explicar. De particulares esenciales en mi vida y de momentos utópicos. Viajaron hasta el último continente descubierto y descubrieron héroes de a pie y actuales journis. Se dejaron rimar por mentes dispares y avanzaron al paso de la noche y una chica de ciudad. Y allí, en el reducto cercano, escribía sin censura. Lejos queda aquel primer texto donde se podía leer que el sueño de una periodista en potencia es poder escribir qué fue aquel verano y volver a soñar con aquellos niños, aquellas sonrisas, aquellos ojos… Porque, poco a poco, estas tierras se convirtieron en un baúl de recuerdos y de sueños. Y en el esperado regreso a un paraíso del continente negro. Mucho he escrito, pero esta vez en una libreta, acerca de mi asteroide B612.
Me cuesta escribir. Nunca he sido buena para las despedidas, y menos si se conocen de antemano. Este es el caso. Escribo el último texto. Para ello, una huída a un pequeño rincón, aún no demasiado explotado. No se ve nada. Sólo el azul del mar y del cielo. Hace un mes, el mar que bañaba mis pies era el Índico. Hoy, acaricio el Mediterráneo con cierta nostalgia por lo añorado. Pero sé que habrá un tercer regreso a aquel paraíso. Sentada en unas rocas, absorta, rememoro lo escrito. Y sonrío. Ningún nombre y muchas personas. Todas ellas forman parte de estas tierras. Porque yo lo he querido. No siempre con la misma facilidad, ni con la misma frecuencia, varios han sido los personajes que se han ido sucediendo. Y ahora, en silencio, me despido de todos ellos. Sólo el constante chocar de las olas contra las rocas ameniza la escena.
Me estremezco. Eres el último texto. Eres una despedida. Tal vez seas un hasta pronto. En realidad, serás un hasta siempre. Pero aquí se acaba. Hoy se acaban aquellas tierras que nacieron un viernes universitario. Os echaré de menos. Y tardaré mucho tiempo en releer, en caso de hacerlo, todo lo que seguís coleccionando. Ya no seréis la compañía de noches de tormentas, ni de noches sin sueño. Permaneceréis en un largo estado de letargo a la espera de que nada ocurra. Lo escribí aquel 5 de octubre de hace ya dos años. Y hoy, es el cierre a todo lo que aquí se ha escrito. Mis más sinceras saudades a las tierras del principito, la tierra de baobabs.
Gracias por dejaros escribir*