jueves, 3 de junio de 2010

buenas noches.-

Si estuvieras aquí seguro que todo sería más fácil. Por lo menos no tendría que seguir escribiendo letras muertas que nunca leerás. Pero, tranquilo, no dejaré nunca de escribirte. Ya sabes, es una de mis pasiones. Y de mis conexiones contigo. Consecuencia de no saber por dónde andas y no poder acudir a ti. En cambio, estoy convencida de que tú siempre encuentras un momento para leerme. Es tu manera de saber qué ocurre en nuestro mundo. Papá, te escribo mientras, por casualidad, escucho la banda sonora de Tarzán. He abierto el cajón donde están todos los CD’s. Me apetecía escuchar algo pero no tenía muy claro el qué. De todos, uno sin nada escrito. Sí, ya lo sé, una costumbre en mí. Pero ya sé porqué nunca escribía los títulos ni intérpretes. Porque cuando los encuentras, sin saberlo, siempre es una gran sorpresa. Fue nuestra última película por los madriles. De aquí, la última película, La máscara del Zorro. Te prometo que recuerdo aquellos dos días a la perfección. Aún nos quedaría tiempo pero todo tenía cierto aire de despedida. No te equivocabas. Ojalá este mes estuvieras aquí, estuvieras conmigo, estuvieras con nosotros. Pensarán que es absurdo escribir esto pero así parece que no te eche tanto de menos. Otro verano. Otro ocho del ocho sin ti. Pero este verano tendrá un componente especial que aún me hará pensar más en ti. Sé que ya sabes de qué te hablo porque a menudo me espías. Pero, no me importa, a ti te dejo. Es increíble. Es sensacional haberle encontrado. Es, simplemente, genial. Y no te he podido explicar nada. Absolutamente nada. La primera parte del verano le echaré mucho de menos. Muchísimo. Por suerte, nos quedará una segunda. Él te conoce bastante. Me dio la confianza suficiente como para hablarle de ti. De recuperar recuerdos de infancia. De recuperar locuras que no llegué a cometer. Hablarle me produce una paz inmensa. Me gusta mirarle a la cara y saber que me está escuchando. El otro día le expliqué lo de la bola de cristal. Es una putada, créeme. Y no haberle explicado otro de mis secretos. Es una putada que no estés aquí para que yo te lo pueda contar todo. Para que no puedas ver que ni me cuesta sonreír. Papá, te echo mucho de menos. Ayer fue otro día cero de los nuestros. Ya no cuento cuántos llevamos separados porque la cifra cada vez me asusta más. Me da miedo seguir sumando. Te voy a confesar un secreto. Hace relativamente poco estuve mirando durante, al menos diez minutos, una hoja del periódico. No, no era ni deportes ni internacional ni cultura. Era la página de los pasatiempos. Y todo porque había un crucigrama en blanco. Y, como si de una película se tratara, empezaron a desfilar por mi cabeza los fotogramas de un domingo cualquiera cuando tú aún estabas en casa. Como cogías cualquier bolígrafo que tuvieras cerca y empezabas a escribir. Cantabas las definiciones en voz alta pero yo no daba ni una. Tú sólo ibas rellenando aquellos cuadros que siempre me han traído tan gratos recuerdos. Hasta que llegaba la última, o las últimas palabras. Adivinarlas era muy sencillo. Así que volvías a leer la definición para que yo cerrara el crucigrama en blanco. Como cuando hacíamos los puzles. Tú me ayudabas pero yo siempre ponía la última pieza. El otro día no estabas y no supe hacer el crucigrama en blanco. Lo intenté. Algunas las supe. Otras me demostraron que aún me queda mucho por aprender. Espero que sigas estando bien y, ya lo sabes, te echo muchísimo de menos. Espero que durante la primera parte de este verano no estés muy lejos. Gracias, papá. Buenas noches.
Sólo mira a tu lado*