Ayer soñó con él, pero quiere que sea por última vez. La asequibilidad de un sueño imposible quiere que empiece a esfumarse. La necesidad de volver a soñar se está convirtiendo en inmediata. Él hace tiempo que renovó sus sueños, ella se quedó estancada en el que compartía con él. Decidió seguir viviéndolo en solitario antes de enterrarlo para siempre. Pero creo que este sueño, a ella, le va bien. No es lo que tendría que estar haciendo, pero necesita de este sueño. Aplicado a la soledad, vuelve a tener ilusiones. Sin embargo, algunas giran en torno a él, aún.
Esta mañana hemos coincidido y seguía con la mirada triste. Me ha explicado su sueño y he sonreído nada más oír la primera palabra. Durante la historia, la he escuchado ensimismada. Era un relato dulce y triste, coexistían deseos y frustraciones y, sobre todo, seguía teniendo el mismo protagonista. Hablaba pausadamente, aprovechando cada momento de aquella historia, esta vez, hecha a su medida. Sin saber cómo había acabado, tal vez con la alarma del despertador o con la intromisión de su consciente en su mundo de fantasía, ha cogido las cosas y se ha marchado.
Me he acercado a la ventana para verla. Con la acera llena de hojas secas, que los árboles han cedido rendidos al otoño, ha caminado sin volver la cabeza. En dirección contraria a la que acostumbra a tomar, me he quedado sorprendida. No sé a dónde va.
"Seguiré soñando contingo. Una vez leí, en una novela de Unamuno, que el sueño de uno es el imposible, la realidad es el sueño de dos. La memoria me falla y sé que no es exactamente igual. De la misma manera sé que el mío es el imposible y nuestro sueño compartido fue la realidad."
Por la tarde, cuando nos hemos encontrado errando por las calles, me ha contado el final del sueño. La sonrisa se ha ido transformando para dar paso a las lágrimas amargas. Me he sentado en un banco con la esperanza de que hiciese lo mismo, pero ha seguido andando. Pero no caminaba, deambulaba.
Mañana volveré a soñar contigo*