jueves, 1 de enero de 2009

2oo9 besos.-

Hola de nuevo. Como de costumbre, otro día uno y tú y yo separados por la imposibilidad que, paradójicamente, cada vez cobra más vida. Quinto año que que empieza y tú en algún lugar del mundo y yo en este lugar de mundo. El inicio de un nuevo número que traerá lo mismo que los anteriores, aunque espero que algo especial llegue con este nueve. Tú y yo sabemos que es hora de que llegue.

Este año, como en los anteriores, durante los últimos y primeros diez minutos de ocho y nueve, he tenido un nudo en el estómago. Y no causado por la cena o el alcohol. Es fruto de la cantidad de recuerdos que que se aglomeran en mi cabeza y que casi no me dejan ni respirar. El momento crucial se acerca. Todos comiendo doce lo que sea. La felicidad contenida a tan sólo diez segundos de ser una estampida. En efecto. Creo que hace años perdí la consciencia de lo que significa cambiar de año. Te prometo que lo intento pero el recuerdo pesa mucho más que el presente. Sin embargo, he aprendido a disimularlo. Tras ese momento, donde todos descorchan botellas de cava, se besan y se abrazan, después de todo eso, para mí empieza el día uno. El último día uno.

Recuerdo aquella noche. Era fría. No sabía qué hacer y al final fui a cenar. Con algún que otro altercado pero sobreviví. Disfruté, es cierto. Pero el pensamiento me perseguía a todas horas. Aquel día casi no dormí, por lo que pudiera pasar. Y pasó. Un último encuentro, el último beso y mamá llamó que ya se había acabado todo. Creo que las dos recordamos más ese momento por lo que perdíamos y no por lo que significaba en sí.

Hace ya cinco años de aquello, pero cada campanada, cada botella de cava, cada momento de esa noche son un recuerdo perenne de todo lo vivido contigo. Algunos pensarán que todo esto es cuestión de victimismo, otros que sólo es una razón para dar pena y unos pocos que no lo he superado. Como te puedes imaginar, me da igual lo que piense la gente papá. Yo viví aquella noche y yo soy la que soporta el haberte perdido. Y no, no lo he superado. Pero esto es una de las pocas cosas que no se superan. Lo que sí es verdad es que me lo tomo de otra manera.

Me gusta escribirte, aunque sé que escribo en vano. Tampoco sé si me ayuda, pero sé que no me destroza. Es cierto que puede parecer masoca, pero a mí me relaja. Y es que todo lo que aún esté relacionado contigo me gusta. He aprendido que por mucho que alguien muera, nunca desaparece. Puedes estar tranquilo porque en casa esto no va a ocurrir.

2oo9 besos papá*

No hay comentarios: