viernes, 20 de febrero de 2009

grata bienvenida al iceberg.-

Ha cambiado el ruido de la ciudad por la soledad de las carreteras. La cálida luz del día por la fría compañía de las farolas. Los ajetreados pensamientos por una mente en blanco. Pero la chica de la ciudad sigue perdiéndose por entre rincones lejanos. Físicamente serán cercanos, pero cada día parecen más remotos. Un pequeño repaso a caminos olvidados, carreteras conocidas y trayectos sin retorno. Cualquier excusa sirve para justificar el retraso de la llegada a casa; y es que esta pérdida de tiempo ayuda. El hilo musical, a veces se oye y otras parece que se detenga. O a lo mejor es ella que viene y va de este mundo. Sea lo que sea, allí está otra vez. Perdida por entre los suburbios de su vida. Los alrededores de su existencia han perdido el encanto. Ya sucedió una vez, y ahora vuelve a ocurrir. Porque, aunque haya quien no crea en las segundas partes, la mayoría de veces existen.

Mientras, los faros siguen alumbrando la vía. Larga, solitaria y abandonada. Así es el estado de la calzada por la que pasea. Requisitos indispensables para que ella se encuentre a gusto en un primer nivel. El segundo nivel, y al que cuesta más acceder ya que es encontrarse bien con ella misma, pertenece a otra partida de ordenador. Atrás deja la calzada para adentrarse en las calles. Pero la misma sensación. No sabe dónde está nadie, ni nadie sabe dónde está. Un pacto no escrito. Transeúntes que dan vida y coches que mueren. Luces de supervivencia en medio de la desesperada noche. Y en la nocturnidad encuentra el cobijo.

Y allí permanecerá hasta mañana. En la nimiedad de otra noche cualquiera. Pasando inadvertida y olvidando lo que pudo ser y no fue. Rechazando aquello que será pero no quiere. Buscando otro motivo para revelarse contra el mundo y confirmar que la lucha está a la orden del día. Porque la punta del iceberg del hundimiento se empieza a divisar en el horizonte. Y ya avisan, lo más descomunal de un iceberg es precisamente lo que no se ve. Fríos. Así son las grandes montañas de hielo que acarician las aguas del Ártico.

Pequeñas islas de icebergs*

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