domingo, 1 de febrero de 2009

a la deriva.-

No es que sea jodido, es que la situación está jodida. Desde el primer al último escalón. Todas las competencias están a punto de zozobrar e irse a pique. Cual barco sin sentido que naufraga entre las olas. Pero tiene la suerte de pertenecer a la inmensidad del mar y que nadie piense en él porque no hay nadie a su alrededor. El vacío, provocado y perseguido, es el bálsamo para salvar el desastre. Nada es lo que le rodea. El objetivo, rozar el naufragio pero no llegar nunca. La lucha interna de capitán y barco para no hundirse, aunque todo apunte a lo contrario. La superación del capitán, que tiene su vida en sus manos. Él decide. Virar todo a estribor puede ser ir a favor del viento, mientras que ir a babor puede ser el camino final a la perdición. Él lleva el timón, él manda y él decide. Cuando el oleaje lo permite, sube a cubierta y se sienta en el suelo. Lo único que tiene por delante es aquella fina, y dulce, línea que algunos llaman horizonte. Siempre elige el mismo momento: cuando cae el día. Es entonces cuando el mundo se detiene y todo tiene sentido. Aquella puesta de sol tiene un poder inconmensurable en su persona. Una vez, cogió un barco e, imitando al Principito, recorrió los mares en busca de un punto en el mundo donde pudiera ver cuarenta y tres puestas de sol. No lo consiguió. Y hoy vuelve a estar a la deriva, entre los dos grandes azules. Días antes se dio cuenta, o así se lo mostraron, de que todo carecía de sentido. La solución no era huir, era encontrarse a él mismo para que, entonces, todo mejorara. Y allí, perdido y sin nadie, empezó el trabajo de búsqueda de su propio yo. Por su cabeza deambulaban decenas de opiniones y definiciones, consiguiendo un álgido estado de saturación y pérdida general. Pero sólo allí todo lo demás desaparecía. Ver acabar el día tenía sentido. Mientras el gran astro dibujaba a su gusto la puesta de sol, eligiendo los mejores colores para pintar el marco, él no pensaba en nada.

Y una tarde cualquiera descubrió los días de lluvia*

1 comentario:

Anónimo dijo...

Has dicho 22 mentiras,
has sido 22 veces egoista,
22 veces sin pensar en los demás, en el daño que les estabas haciendo,
22 enemigos,
22 personas que parecen amigos pero no lo son,
22 personas que has perdido por tu mal comportamiento,
22 personas que se han dado cuenta de como eres en realidad,
22 frases y palabras falsas que nadie cree,
22 sufrimientos,
22 errores pagados,
22 errores todavía por sentenciar,
22 perdones que no has pronunciado NUNCA por tu cobardía y por no dar la cara.
22 años de reproches, de ser egoísta, de no pensar en los demàs aunque lo disimules bien, y un largo etc...
pero esto se terminará. a todo el mundo le llega lo suyo verdad?
el tiempo pone a cada uno en su sitio y el tuyo no creo q sea muy bueno