domingo, 15 de marzo de 2009

segunda parte.-

Paseo por la misma zona del domingo anterior con la esperanza de encontrarme a la chica del papel. Era un poco antes pero, coincidencia o no, ella también estaba. Me he acercado consciente de poder recibir una negativa por su parte. Sin embargo, no ha sido así. Simplemente, no he recibido nada. Íbamos codo con codo pero sin dirigir palabra. El trayecto, hoy pura anécdota, ha servido para poder admirar a esta dichosa chica. Y no admirar en el buen sentido, sencillamente observarla porque parece ser diferente. A primera vista no hay nada a destacar, pero cuando notas su presencia, algo raro, y de momento indescriptible, se despierta en mí. Y, tras unos compases a medias y silenciosos, me ha dado otro trozo de papel. La misma letra que el anterior rotula un mero 2. Sé que cuando levante la vista del papel ella ya no estará. Exacto. Arranco el coche. Hoy la prisa es protagonista del día. Pero sé que enseguida leeré todas y cada una de las palabras de la chica del domingo.

Si no te deshiciste de aquel trozo de papel, entenderás que esto es la segunda parte de aquella trilogía. Hoy aún más breve porque el final está más cerca. Sólo quiero conseguir que el definitivo pase inadvertido. Una despedida troceada; así duele menos. Esta vez, ha sido raro. Combinar la bienvenida de una con la ida de otra ha dificultado más mantener la compostura. Solución: minutos perdida por unas escaleras mientras el sol ofrece una cálida compañía. Justo encima todo tiene sentido. Pero sólo quedan tres días merodeando por allí. Y así, sin más, se ha cerrado el segundo círculo.

Lejos queda aquel domingo a solas. Miedo al desastre y al fracaso. Pero jamás pensé aprender tanto. La contradicción siempre ha estado patente entre nosotros, pero la consecuencia ha sido una culminación casi perfecta. Atrás quedan las bromas entre cafés y croissants de chocolate. Las críticas a los periódicos deportivos que caen, de manera reiterativa, en los mismos tópicos. Los detalles de buscar lo diferente de entre lo obvio. Las cribas más duras. Recuerdo aquella mañana cuando me felicitó por la estructura y se levantó sin cambiar nada. El esfuerzo valía la pena. Y desde entonces, demostró su confianza. Así que, un hasta pronto a las bromas de uno y a la seriedad de otro. Este segundo círculo será más fácil zanjarlo... Con el primero aún lo estoy intentando. Pero es que no sé cómo acabar la partida... o, sencillamente, no quiero.

Fdo. chica de ciudad*

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