miércoles, 22 de abril de 2009

s/t.-

La jodida sensación de echar de menos. Lo cruel es cuando lo que se añora es simplemente algo en esencia dado que nunca ha existido. Persiste el recuerdo del primer momento, del primer intento y de la primera tentación. Terrazas con lluvia que derivaron en terrazas con aires madrileños y soleadas. Cafés con agua. Y siempre gente objeto de crítica. Las primeras tardes que dieron paso a días enteros. Jornadas laborables que han caído en el olvido. Paseos por la historia de la ciudad, estaciones, parques o iglesias. Cualquier punto era agradable para disfrutar de la compañía. Y se echan de menos los bancos. Allí donde reposaron quimeras y algunas han caído en el sueño eterno para no realizarse nunca. Donde se inventaban historias ajenas para huir de las propias. Donde las caricias eran el elixir y al mismo tiempo el veneno.


Ha vuelto a pasear por la ciudad. En busca de lo que añora. No lo ha encontrado. Tampoco sabe si buscarlo, si debe buscarlo o si debe dejar que desaparezca para siempre. Fue la pluma de Shakespeare quien rubricó que uno de sus protagonistas era tan sólo un juguete del destino. Sin rumbo, se ha sentado en el suelo. Recuerda las páginas de un libro donde una chica diferente era la protagonista. Recuerda aquella voz leyendo el desenlace. Y allí, observando a la gente que la mira mientras camina ajetreada, se da cuenta de que todo cae en el cajón del recuerdo. Seguro que el desenlace de la historia es claro pero, de momento, no quiere darse cuenta.


Sumida en su mundo, sube el volumen de la música. El aislamiento es total. Si alguien fotografiara aquel momento de la ciudad, la agitación constante, el volumen de coches, los cruces entre personas y el gran barullo entrarían en contraste con aquella chica, sentada en el suelo de una gran ciudad. Y cuando quiere reaccionar es consciente de que ya es demasiado tarde. No sabe cuándo ha empezado a resbalar una pequeña lágrima por la mejilla pero nota el lento paseo por su rostro. Y así, confundida en un gran todo, se levanta y reanuda la marcha. Recordando, recordando aquello tan bello que en su día existió…


Echa de menos a su Hans Castorp*

1 comentario:

Anónimo dijo...

deja que desaparezca para siempre, no tiene solución, para ti no...
lo q tienes q hacer es arreglar todo lo q destrozaste, nunca podrás estar en paz.

akest finde em dit de fer suparet! has d'explicar...