domingo, 17 de mayo de 2009

camino de la trilogía perfecta.-

Volví a perder. Un pequeño trozo de papel amarillo, como los chicos últimamente, determina que he perdido. Pensaba que la prueba del delito ya no existía, pero un breve mensaje me lo recordó. Sonreí al leerlo; logró sorprenderme. Dicen que perder es un arte, y en este caso lo confirmo. He perdido para que el colectivo, capitaneado por el mismo hombre del traje negro, escriba la segunda parte de la trilogía con éxito. La ratificación de que la perfección existe. Los periódicos llenan las páginas hablando de él. Mientras, pasa desapercibido y apremia a sus chicos dejándoles la escena principal a ellos. Por eso me gusta, porque ejerce de personaje secundario. Curiosamente, los chicos de amarillo hoy han perdido pero, en realidad, celebran una victoria. Es un tributo a todos ellos; a los que han empezado a escribir su historia. Y ya han firmado las dos primeras partes. La tercera, tan sólo diez días y zanjarán la trilogía; la anhelada y planteada como imposible trilogía.

Aislados de todo, o en una pequeña isla, como ustedes quieran, han salido los grandes reyes. Un detalle y una ovación. Y el hombre del, hoy, traje gris. Un buen compendio del encuentro. Lejos queda aquella tarde de los primeros días de enero. La primera vez que paseaba por la gran alfombra verde. El mismo enfrentamiento de hoy, pero al revés. Y, de todos, sólo podía acudir con una persona. La misma que aún posee aquel pequeño trozo de papel amarillo. O puede que no y me lo he creído. La misma persona que, considerándolo secundario o no, también le ha rendido un homenaje. Pero este mucho mejor.


Cuando crees que nada puede sorprenderte, un día cualquiera, cruzas una puerta para llegar a una redacción. Y todo cambia. Te dejas enseñar y aprendes. Aprendes, como no podía ser de otra manera, de aquellos que se sientan en la silla de al lado los sábados y domingos. Y de un capullo que siempre pide café para llevar. También, del hombre del traje negro. Mucho más cercano cuando repite jersey azul marino. Pero prefiero al del café para llevar. El que rompe el silencio nocturno con una llamada intempestiva o el que acompaña en las horas sin sueño. Al que puedes acompañar mientras sube en ascensor o abre una puerta. El que dedica 15 segundos a todos aquellos que son entrañables.

Tentaciones irresistiblemente adorables*

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