domingo, 5 de julio de 2009

después de todo, sólo una.-

Tras cuatro años, ahora tan sólo una semana. Una semana y, por fin, el esperado regreso a un paraíso pequeño que descubrió hace cuatro veranos. Un olor indescriptible, unas estrellas inmensamente brillantes y unas puestas de sol impresionantes. Pero, además, Paisinho, Sara, Raida y muchos ojos más que miran con sincero agradecimiento. Sonrisas que demuestran lo humano de cada uno y lágrimas que encogen el corazón. El reencuentro. A estas horas dormiré en tierras africanas pero aún lejos de la aldea. No será hasta principios de agosto que regrese. Que el cartel de N’kondedzi anuncie que por fin ha llegado el momento. Cuatro años. Mucho ha llovido desde aquel verano. La primera vez, llegué allí en tierra de nadie, universitariamente hablando. No había hecho ni las pruebas de acceso a una universidad. La semana que viene regresaré como periodista, aunque la etiqueta de en potencia tardaré mucho en quitármela. En un trozo de papel, firmamos un 21 de agosto de 2005 que volveríamos. Y, lo prometido es deuda. De la misma manera que prometí, la misma mañana que nos íbamos de la aldea, que volvería. Allí quedó para siempre una parte de mí. Fueron las sensaciones más fuertes jamás vividas. Conocer el continente en estado puro es algo que consigue cambiar a la persona. Sobre todo, tener un deseo irrefrenable de volver.
Una semana y el inicio de un mes y medio diferente. Por mucho que me lo plantee desde aquí, cuando llegue allí todo será como tenga que ser. No servirá de nada que haya pensado en qué pensar y decidir qué olvido. Todo lo que uno siente, en África, se multiplica. Hace cuatro años eché de menos. Este año, también. Pero en cuatro años, he conocido a personas que, de la misma manera que aparecieron podrían desaparecer, pero eso es imposible. Y las echaré de menos. Añoraré paseos por la ciudad y parques. Cenas y cafés a tres. Y seguiré echando de menos a quien se pregunta constantemente cómo huele la tierra de África. Debe ser que todo esto forma parte del curso lógico. Encontrar a alguien que vale la pena y alejarse, sólo momentáneamente. Sólo el corazón es verdaderamente sincero cuando la cabeza ha hecho todo lo posible para olvidar y el corazón indica todo lo contrario. Y te dejas vencer y confirmas que el corazón ha ganado la batalla. Y sonríes… o lloras. O, una mezcla entre ambas mientras observas como los últimos rayos de sol te hacen compañía. Son el preludio de la oscuridad. Una oscuridad que asusta hasta que aparece la luna. Y te dejas acariciar por su luz.
Hoy es luna llena*

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