viernes, 1 de febrero de 2008

prométeme.-

Hoy tendrías que haber visto que tu periodista en potencia empieza a crecer. Me tendrías que haber acompañado. Me hubieras deseado suerte y, leyendo en algún rincón, me habrías esperado a que acabase. Me prometiste que, el primer día de trabajo, me acompañarías. Dijiste que nunca me ibas a dejar. Contábamos los días que pasarían hasta que yo llegase a ser alguien en el mundo del periodismo, y nos divertíamos imitando a los corresponsales que veían mundo. Me acuerdo cuando, después de decir María Gómez CNN+, Nueva York, me miraste a los ojos y me dijiste será entonces cuando te eche de menos. Tú más que nadie confiaste en mí cuando dije que quería ser periodista. No te importaba que fuese tímida. Tal vez porque era un rasgo característico tuyo y te gustaba que me pareciese a ti, por eso no me querías cambiar.

A veces, es difícil ser consciente de lo que una promesa significa. Es horrible sufrir las consecuencias de unas promesas no cumplidas. Imitando al padre de Violet Sanford, hace tiempo me pediste mi firma porque tenías la corazonada de que, con el paso de los años, ese trozo de papel tendría mucho valor. No para el mundo, sino para ti y para mí. Te prometí que llegaría a ser alguien y aquel papel rasgado y amarillento sería la prueba de lo que un día prometí. Tú también prometiste que algún día escribiríamos un libro.

¿Qué hago con todo lo que no podremos cumplir? Todo lo que un día nos marcamos como objetivos, hoy sólo son un puñado de imposibles. Querría que estuvieras aquí para regañarme cuando digo que no puedo, para ayudarme cuando me he metido en un bache demasiado profundo. Querría que estuvieras aquí para cumplir todas las promesas que una tarde de verano nos hicimos.

Te has perdido demasiadas cosas de mi vida. Hace años que no me ves crecer. Son muchos los días que odio llegar a casa y darme cuenta de que el silencio invade todos los rincones. A menudo, acaricio la flor que cogí de un último ramo aquel día que muchos te dijeron adiós; de aquel día que hice la última y única promesa que cumpliré: no te olvidaré. Visionando una película de García Márquez, aquel que un día me obligaste a leer, escuché una frase realmente preciosa; la flor de la promesa. Tú y yo, aunque no lo sepas, también tenemos la flor de nuestra promesa.

Un día, decidí dejar de prometer*

1 comentario:

Anónimo dijo...

amb aquests textos toques la fibra e...sempre s'hem fiquen els pels de punta.

ja que has deixat de prometre...cumpleix les que li vas promentre i segur que d'una manera o altre et farà saber tot lo orgullós que està de tu.