martes, 15 de julio de 2008

nuestro corto.-

Aunque mi película no sea de taquilla, y no haya ganado ningún Oscar, no la cambiaría por ninguna otra. A veces, lo único que haría sería cambiar al jodido guioniosta que se ha obcecado en escribir una tragedia. Por lo demás, sigo rodando el mismo filme que hace veintiún años; porque es el mejor. La clave está en la rotación de los protagonistas. Aunque sea mía, yo no soy la actriz principal. En los inicios fue mamá; unos largos inicios. Cuando tuve uso de razón, el protagonista no era otro que Guillermo, aunque rivalizaba contigo. Y, de golpe, fuiste tú. Adoraba hablar contigo, leer cerca de ti y perder las horas contigo. Pero no nos dejaron rodar más, y lo nuestro se convirtió en un corto. Teníamos los diálogos mejores escritos; porque, por aquella época, despedí al guionista y nosotros mismos los escribimos. Los escenarios estaban perfectamente escogidos y el vestuario corría a nuestro cargo. Cada vez que recupero la película, sonrío al ver las mejores escenas.

En cambio, en los últimos días, he estado pensando y, sí, me gustaría cambiar de película. No te enfades. No es exactamente cambiarla, es vivir en otra donde algo que deseo fervientemente, desde años, se puede cumplir. Son muchas las cartas que te he escrito, y ninguna ha tenido respuesta. Son muchos los posdatas que te he enviado, y todos los que no me has contestado. Por eso, cambiaría mi filme, sólo para que tus cartas me llegaran. Cada día te imagino, te pienso y te escucho. Y nunca te veo. No existes. Pero si supiese cómo cambiar de película, podríamos conseguirlo. Tal vez se puede hacer pero, a lo mejor, a cambio de destruir la que haya rodado hasta ahora... y eso no estoy dispuesta a hacerlo. Lo que vivimos los dos nunca, nadie, me lo robará. Si cierro los ojos aún puedo sentirte cerca, a mi lado. Si los cierro con más fuerza, aún huelo tu esencia. Si los abro, te desvaneces.

Muchos pensarán que estoy loca y que lo que escribo son sandeces. Ya sé que no te voy a recuperar, que no vas a volver y que no hay ningún lugar en el que pueda encontrarte. Bien, de hecho sólo existe un lugar y al que sólo puedo ir yo... yo misma. Pero, tal vez, porque he aceptado que jamás te volveré a ver, escribirte es un alivio. Para muchos, una locura. Para mí, lo mejor. Revivir nuestra etapa juntos, nuestras charlas, mis preguntas que no cesaban, las reuniones con el señor diccionario... me gusta. Consciente de que nada de esto va a volver a existir, y tampoco lo quiero si no es contigo, tallar un mundo entre tú y yo es lo que me da fuerzas. Pero no las suficientes como para entender porqué nos tuvo que ocurrir a nosotros... Por eso, seguiré escribiendo, y nunca enviando, cartas que narran una vida muerta.

P.D: te echo de menos*

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca narrarás una vida muerta mientras haya memoria. Y si te llaman loca, recuerda lo que alguien dijo:

La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca. Así que prefiero una locura que me entusiasme a una verdad que me abata.

BC