viernes, 1 de agosto de 2008

te llevaste agosto.-

Llego tarde, pero no demasiado. No podía darle la bienvenida a mi agosto personal y fatídico sin ti. Hoy sumamos 55 días cero, 55 meses. Es demasiado tiempo sin ti, y el cuarto agosto que no estás. Y, por eso, desde hace días, me embargo de recuerdos veraniegos contigo. Me acuerdo de que siempre nos quedábamos en casa y posponíamos las vacaciones en la playa hasta septiembre... A ti no te gustaba la playa y yo creo que lo he heredado. Algas, arena; yo sólo quiero sol. Pero tranquilo, que entre el sol, que no s0l, prefiero las estrellas. Seguro que si te tengo que buscar, te encuentro antes entre los astros pequeños que entre el gran astro. Nuestros agostos. Siempre nos escapábamos a Madrid y paseábamos por el Retiro. Era nuestro tiempo, el de los cuatro.

Pero no hay ninguno como el de cinco agostos atrás. Era la celebración de la gran victoria contra la gran guerra, pensándonos que sería definitiva. Me dijiste que ese verano lo íbamos a recordar para siempre; y no te equivocaste. Nunca lo olvidaré, y no porque fuera el último. Disfrutamos como enanos. No hicimos nada sorprendente, pero fueron tres semanas intensas donde sólo teníamos cabida nosotros cuatro. Soñé que todos los veranos fueran como aquel, pero me equivoqué. A partir de entonces, agosto es un lastre en mi vida que intento superar con creces, pero que influye demasiado en mi ser, y de manera inconsciente. ¿Te acuerdas cuando pedimos que nos dejaron ver la fórmula 1 porque Alonso iba a ganar en Hungría? Nos imaginamos sentados en el sofá, viendo los juegos olímpicos de Atenas. Pero no, para entonces ya no estabas. El próximo viernes, un día para olvidar desde que no estás, empiezan los de Pekín. Era genial sentarme en el sofá y escucharte hablar de todos los deportes habido sy por haber. No sé cuando fue, pero entiendo perfectamente a qué se debe mi pasión por el deporte. Un día te pondré al día de cómo está el panorama deportivo. Un día, también, espero poder escribirte y decirte que estoy cubriendo unos juegos o un mundial de futbol. Y todo lo que un día imité, que sea realidad.

Pero hoy sólo quiero decirte que te quiero, y que te echo de menos. Y que olvidarte es como imposible. Cada día estás más cerca y, sobre todo, más presente en todo lo que hago porque, cualquier cosa, conlleva pensar en ti. Y me gusta. Me gusta recordarte y pensarte, imaginarte y hablarte. Y sobre todo, escribirte. Pero odio echarte de menos. Allí donde estés, espero que estés bien. Yo te llevo a buen recaudo, así que la parte que dejaste en mí está perfectamente cuidada.

¿Dónde está los agostos donde la palabra papá aún tenía sentido?*

No hay comentarios: