sábado, 20 de diciembre de 2008

una vida de película.-

Hay libros que tienen frases para recordar; las películas, imágenes para la posteridad. La gran pantalla se encarga de quitar la pesada carga de la imaginación y darle vida a los pensamientos internos que cada uno distorsiona para que la realidad sea un lugar mucho mejor donde vivir.
Hay ocasiones en que una noche nocturna se convierte en imperfecta cuando sólo existe una película. Puede ser extraña, a veces para olvidarse de alguien e, incluso, para descubrir lo que hay más allá.
Algunas protagonistas responden al nombre de Elizabeth, y poseen una abrumadora belleza. Otras son tiernas como Sam, que sólo quieren hacer algo original. Ellos, en cambio, acostumbran a ser caballeros oscuros, tienen por nombre tres dígitos o tienen en su vestuario un sombrero como algo fijo. Así son los personajes de ficción, aunque a menudo plagian frases de mortales.
El séptimo arte tiene la capacidad de describir una vida en 65 minutos, tentar a jóvenes a ser capaces o domar al indomable. Nos habla de vacaciones hechas a medida o venganzas que se acaban convirtiendo en declaraciones de amor.
Pero lo mejor de este arte son los diamantes en bruto. Aquellos que quedan relegados al olvido pero que, en realidad, son el principio de un todo. Muchos no recuerdan a Mufasa ni a los niños que algunos han acabado perdiendo. Pues cometen un gran error. Pero junto a todos ellos, que se guardan con un grato recuerdo, aparecen los noveles. Aquellos peces grandes que consiguen que creas que la inmortalidad de un hombre es posible o besos eternos con sabor a arándanos y helado de vainilla.
Y es que la esencia del cine reside en darse cuenta de que la ficción no está tan lejos de la realidad; a veces los protagonistas piensan como los espectadores.


Las películas son la ciencia del sueño*

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