lunes, 20 de abril de 2009

la esencia de tres.-

Un primer aeropuerto, de tres, para los tres mosqueteros andantes. Un paseo por las nubes y un aterrizaje forzoso. No por el piloto sino por la necesidad de huir y llegar a nuevo territorio. Un segundo aeropuerto, justo en el corazón de Europa, dispuesto a soportar a tres corazones intrépidos, alocados y bajo ningún control. Sólo el propio. Y una sensación de estar a unos tres metros sobre el cielo. Fuera reglas y perfecciones. Adiós a costumbres y manías. A veces, el mundo, consiste simplemente en eso… vivir. Dicen que los domingos es dar vida a un día muerto. Por suerte, no todos siguen la regla. Lejos queda el domingo en que los tres, sin D'Artagnan, partieron rumbo a la ciudad de las cien torres.
El equipaje era sencillo; risas para siete días, discusiones para momentos breves, complicidad a todas horas y soledad en la justa medida. La majestuosidad de la ciudad a sus pies. Bellos parques en los que se adentraban para perderse entre sus pensamientos y encontrarse, cada uno, con él mismo. Calles que susurraban canciones de amor y puentes que cruzaban zonas que se creían imposibles. Y un breve paseo por el río, sin rumbo fijo y con intención de llegar a cualquier otra parte. Y allí, entre calles adoquinadas y relojes astronómicos, uno de los mosqueteros perdió la cuenta de la realidad imaginándose un futuro inmediato y poco probable.
Cinco horas y cerca de 400 kilómetros. Un vagón de seis sólo para tres. Horas muertas pensando en todo lo vivido y recordando anécdotas mientras las páginas de El hombre más buscado se van sucediendo. Y otra ciudad imperial. Fachadas blancas y altas que ensalzan la magnificencia de tierras austríacas. Cúpulas de color verde que bajo el cielo azul muestran que en la vida no es sólo blanco o negro. Noches de risas y charlas. De alcohol. Noches de sollozos y de no saber estar a la altura. De aquellas que transcurren lentamente y en las que el reloj se convierte en el enemigo fiel. De desayunos a tres. Días de cafés y paseos en parques de atracciones. Recordando que nunca se deja de ser un niño. Y un tercer aeropuerto. El que anuncia el viaje de vuelta. El que augura un retorno a la realidad de manera inmediata. El último reducto de felicidad antes de volver a caer en la rutina. El tercer aeropuerto de los tres mosqueteros.
Una sencilla libreta negra guarda los más sabios secretos vividos en tierras europeas, desconocidas hasta hace poco. Sensaciones llevadas al extremo, sorpresas positivas, momentos de incertidumbre, voces añoradas, risas sin fin, escenas cómicas, besos de ternura, caricias nocturnas… Inteligente Dumas cuando creó a Athos, Porthos y Aramis.

La chica del pijama gris*

1 comentario:

karmeta dijo...

Tres pijamas distintos, de tres personas distintas, que, precisamente, esa distinción nos hace tan iguales...


Me encanta que te encante nuestros momentos.

La chica del pijama rojo*