lunes, 1 de junio de 2009

un placer coincidir contigo en nuestra vida.-

Se ha rendido al silencio. Tal vez hayan sido las horas muertas en aquella habitación. Escoltados por Mickeys de todos los tamaños y formas han pasado toda una mañana ellos dos. Y ninguna palabra por medio. Sólo caricias para calmar aquella respiración agitada propiciada por una fiebre demasiado alta. Como si de un bebé se tratara, caricias en una frente intentando que aquellos ojos permanecieran más de tres segundos abiertos. Cuando lo lograban, el azul inconfundible conseguía que suspirara hondo y dejara de murmurar. Un leve beso en la frente y hundirse entre los cojines para seguir acariciando aquel cuerpo. Miradas perdidas al techo mientras escucha como, al fin, ha logrado dormirse. Y le mira. Siete años más pero es ella la que ejerce de hermana mayor. O tal vez no. Él fue hermano mayor durante los primeros días. Fue el artífice de configurarla casi como es hoy en día. Luego, se intercambiaron los papeles. Ella suma. Él, él no resta pero tampoco crece.

El resto del día ha sido deambular por una casa demasiado vacía. Recordar días pasados y pensar en futuros. Un nudo en el estómago ha sido el culpable de que hoy no pudiera pronunciar ninguna palabra. Un ruido amenazador procedente de la habitación escoltada por Mickeys ha hecho que rompiera a llorar. Pero nada, todo normal. Todo menos ella; ella ya no puede más. Es la jodida sensación de que hay algo que le ata a esas paredes. Y sabe qué es pero no quiere darse cuenta. Y, de golpe, se siente la persona más deplorable que jamás ha conocido. No se merece que piense eso de él. Necesita que la abrace, que le susurre algo al oído. Sin embargo, esos labios nunca han articulado palabra alguna, y hoy no será diferente. Y tampoco sabe qué es abrazar. Pero sabe que de él no necesita eso. Se sienta a los pies de la cama y vuelve a mirarlo. Esta vez durante mucho rato. Ha tragado saliva y ha aguantado estoicamente todas aquellas putas lágrimas que querían nublar la escena. Entonces ha notado mucho más el nudo en el estómago.

De él necesita sentirlo cerca. Absorbe el tiempo de tal manera que es imposible alejarse demasiado de él. Y sigue sentada a sus pies. La cortina da pequeños golpes en el cristal. No importa qué está ocurriendo fuera. Ellos dos están allí. Podrían estar en miles de sitios pero no, tienen que estar allí. De repente, el final de un artículo. No, por mucho que lo piense no consuela. Y el vaso de cristal impacta contra la pared rompiéndose en mil pedazos. Ella, inalterable, sigue sentada a sus pies y cierra los ojos. Simplemente escucha su respiración y se da cuenta de que es él quien dota de sentido su vida.

Sé que no ho vas triar. T’ho vas trobar. Tu i ells. Jo vaig arribar més tard i, en realitat, mai m’he assabentat de res. Sempre he viscut amb tu. I això no m’ho traurà mai ningú, mai. M’has ensenyat que la vida no és gens fàcil però que és el millor lloc per viure. Però odio quan estàs indefens, quan sembles un nadó, quan no et vals per tu mateix. Odio que no em parlis, que no m’abracis, que no em puguis dir que m’estimes. Odio que... odio que un dia et robessin una vida.

Respiramos al mismo compás*

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