sábado, 3 de noviembre de 2007

n ' k o n d e d z i


Desde el continente africano te quise, te eché de menos, te llamé, te escribí. La historia hacia poco que había empezado y, por lo tanto, aún tenía la oportunidad de calificarla como perfecta. A lo mejor no lo era, simplemente era tuya y mía; no quería pedir más. Recorrí miles de kilómetros alejándome de ti y que me llevaban a un nuevo mundo. No me sentía Pocahontas, más bien era como uno de los niños perdidos de Nunca Jamás, o tal vez como todos juntos. Desde allí aprendí a quererte como lo he hecho hasta ahora. Allí me enseñaron qué era querer de verdad.

Desde la pequeña aldea, para muchos innombrable, descubrí que la distancia física no era tan dolorosa como la distancia por imposición. A miles de kilómetros era más fácil pensarte, imaginarte y quererte. A tan sólo diez minutos de distancia es horrible intentar no pensarte, no imaginarte y no quererte. Y resulta que, desde la lejanía, todo era mucho más fácil. Existían tres pequeños personajes que hicieron de mi vida un lugar perfecto. Sara, Raida y Paisinho. Nunca oí sus voces, aunque el chechewa tampoco lo hubiera entendido.

De pocas personas he aprendido tanto; aunque vosotros dos siempre encabezaréis la lista. La sensación es indescriptible. Parecerá imposible pero os puedo asegurar que es verdad. De tres críos, que juntando sus edades no llegaban ni a la mitad de la mía, supe qué valía la pena y qué no. Supe qué merecía esfuerzo. Todos creían que yo viajaba a una aldea rodeada de selva y con 300 pailhotas para ayudar. Se equivocaron. Ellos me ajudaron a mí. Hoy, te echo de menos a ti y les echo de menos a ellos. Todo sería más fácil si estuviese allí; sólo echaría de menos a uno.

Aquel lugar se parece a nunca jamás. Existe una Wendy, hay una Campanilla, un Peter Pan y, por supuesto, unos niños perdidos. Sin embargo, cada día que amanecías en aquellas tierras nunca sabías quién serías aquel día. A lo mejor Wendy, y los cuidabas a todos; tal vez Campanilla, y les enseñabas a pensar en cosas que les hacían felices para poder volar; puede que Peter Pan y lucharas contra Garfio y el tic-tac del cocodrilo; o los niños perdidos, intentando encontrar un rumbo.

Necesito volver a pasear por aquella tierra rojiza y que me acompañeis en este angosto camino*






1 comentario:

Anónimo dijo...

tot i que m'ha encantat (sempre que escrius d'aquell paradis et surts...) el text, i m'ha encantat la comparació am peter pan, nose si magrada més l'escrit o la fotu... pk es perfecte, sembles com la messias (ve de messi ;)) que els guia pel camí!!!

un peto mim