lunes, 7 de enero de 2008

vuestro cinco de enero.-

Dijo una vez un poeta,
y lo siguen diciendo a través de los tiempos,
que los sueños, sueños son pero...
hay un sueño que se hace realidad
feliz en ese despertar de los niños,
un día frío de enero.
Cuando el reloj de la calle Real daba las seis, puntualmente,
subía por la calleja oscura un curita viejo cargado,
como un niño grande, de ilusión,
a hacer su oración y a tocar a las siete el Angelus
que despertaría a todos los niños del pueblo
anunciándoles que los Reyes habían pasado ya.
Se le hace largo el tiempo al señor Cura...
las seis y cuarto... las seis y media... las siete menos cuarto...

Cuando era pequeña, la noche del cinco de enero aún poseía una magia sobrenatural, una ilusión indescriptible y una ternura entrañable. Pero, por aquel entonces, yo ya sabía que no todos los niños corríamos la misma suerte. Hace años descubrí un pequeño lugar. Fue mi regalo de reyes al cumplir los dieciocho. Conocer unos pasajes bellísimos y tratar las personas más sinceras que he conocido jamás. Allí viven pequeños ángeles con ojos risueños, pero tristes. Vestidos con harapos pero son pequeños príncipes. Pese a ser los mejores, los niños, mis niños, no tienen noche de reyes. Hace ya mucho tiempo, alguien no les dibujo en el mapa el camino a un pequeño paraíso. La estrella de Belén perdió su brillo cuando, allí, hubiese brillado por el resplandor de aquel pequeño refugio. Como ya sabéis, estoy enfadada con el mundo. Y ellos, son otro de los motivos por el que me enfado con este lugar en el que todos vivimos pero del que nadie sabe nada del otro. Pero yo sé mucho de ellos, soy una privilegiada.

Estoy convencida de que, algún día, tendrán una noche de reyes como se merecen. Y yo estaré con ellos, mirándoles a los ojos y descubriendo la verdadera felicidad.

Paisinho, v o l t a r é*

1 comentario:

Anónimo dijo...

m'encanta el asteroide... sempre que no sàpigues de que escriure escriu d'ell!!