domingo, 14 de diciembre de 2008

un corazón helado.-

La historia, dicen, y algunos corroboran, es algo cíclico. Aquello que ocurrió una vez vuelve a suceder. Años per medio, pero el mismo desenlace. Somos vividores de una repetición constante. Algunas se suceden a más velocidad que otras. Y ahora vuelve a ser el turno de la carta a los Reyes Magos. Sé de alguien que pide, por adelantado, que vuelva. Y si no es posible, que los reyes traigan febrero en seguida, que no se tengan que suceder de uno en uno los días de enero. Y, consciente de la imposibilidad de ambas cosas, sólo escribe, mientras se resigna, en un trozo de papel aquello que querría pero que matiza con el final amargo aunque sé que es imposible.

El frío trae consigo el corazón helado que durante el año vive enterrado en algún lugar, y del que sólo se atreve a salir el día 1, porque el cuerpo que lo albergará se lo permite. Sólo 1 día cada 30 ó 31. Y es que no puede vivir eternamente en la misma cueva. A lo largo del año es rechazado por muchos y sólo muy pocos consigue que entre en calor. Este corazón casi dejó de latir una tarde de febrero. Cuando el cuerpo que lo recoge piensa en ello se estremece de pies a cabeza. Ahora piensa qué haría sin ese corazón y se alegra de que no cometiera tal atrocidad. Aquello hubiera sido la solución fácil, directa y drástica. Pero el razonamiento, que a veces le gana la partida al corazón, se alzó victorioso de aquel dilema. Y el corazón tuvo que resistir todo aquello de lo que quería huir. Pero dicen que los caminos complicados son los que más llenan, y tienen razón. El corazón sigue estando helando, pero aún se pueden escuhar sus latidos.

A menudo són lentos y melancólicos. Otros son más valientes y se atreven a alzar el sonido. Pero la mayoría denotan una añoranza permanente, de aquelles que duelen. De vez en cuando un latido se metamorfosea y se convierte en una lágrima, otras, en un grito y algunas en un viaje sin destino. Sean como sean, esos latidos se reconocen en cualquier parte del mundo porque tienen una marca especial. Si pudieran, estos latidos compartirían un sólo cuerpo con el fin de recuperar a otra persona. Pero si Klaatu no puede resucitar al papá de Jacob, ¿cómo se va a compartir un sólo latido en dos cuerpos?

En cada copo de nieve, en cada bocanada de aire, en el primer resquicio de sol invernal... en cualquier rincón de invierno vive el corazón helado que, aunque invierno acabe, él no entra en calor ni en verano. Si alguien lo encuentra, no le culpe, tampoco le intente entender, tan sólo déjele que avance. Y es que el corazón estará haciendo el recorrido del cuerpo inerte al cuerpo que lo acoge.

Corazones en invierno*

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