sábado, 7 de febrero de 2009

dulces veintinueve.-

La chica quiere descubrir si el café es siempre amargo; pero ha postergado el hallazgo. Además, hoy el día ha amanecido con un sol pletórico; quitándole importancia a la lluvia. Por eso, la chica ha quedado en un segundo término, dándole mérito a alguien mucho más importante que ella. El protagonista de mi relato no será la chica que se sienta en las aceras y le toma el pulso al mundo. No hablaré de la, esperada, segunda parte con aroma a café. El protagonista de hoy, para algunos, es conocido. Es alguien que casi no habla, pero aporta mucho. Es alguien que tiene pulso, pero no sabe qué significa. Es alguien que vive, pero no conoce qué es la vida. Es un chico guapo, pero sin novia. Es alguien adorable, pero la gente no lo valora. Es único, y eso sólo lo sabe muy poca gente. También es quien algunos menosprecian, miran e insultan. Alguien dependiente de una segunda persona. Es un chico que se ha perdido mucho, pero que no es tanto lo que ha perdido. Y de todo lo que posee, lo mejor, su papel de maestro.

Es alto, guapo, cariñoso, afectuoso, adorable y tierno. También algo cabezón, testarudo, orgulloso, listo y gandul. Tiene cierto aire de mala leche que combina con una dulzura aplastante. Es la reencarnación de la perfección. Atrás quedó el día en que maldijeron todo lo ocurrido tras aquella operación. Las consecuencias han sido mucho mejores. El trabajo constante durante años ha dado fruto en una de las mejores personas que existen; desconocida para muchos. Pero a mí me parece perfecto. Es una especie de diamante en bruto a la que muy pocos, obviamente privilegiados, pueden acceder. A veces lo obvio no hace falta ni nombrarlo, pero hoy es necesario decir que personas como él existen pocas.

La etiqueta más común a la que se ve sujeto es algo así como síndrome de Lennox. En realidad, esta etiqueta murió hace mucho tiempo, para dar paso a otras mucho más emotivas. Se han ido sucediendo a lo largo de veintinueve años. Y todo para confeccionar un todo que roza lo divino. Así es el protagonista de hoy. Alguien a quien, una vez has conocido, no puedes olvidar jamás. Tal vez sea la sonrisa, aquellos ojos azules o el mero, e insignificante hecho, de ser diferente. Hay algo en él que encandila. Yo, os aseguro, le conocí hace algún tiempo. Desde entonces, quedé prendada. Tiene como un magnetismo interior que controla los efectos de las personas que están con él. Y unas ganas de vivir que hoy cumplen veintinueve años.

Sencillamente mío*

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