domingo, 8 de febrero de 2009

proverbios africanos.-

Los domingos, además de dar vida a un día muerto, es el momento idóneo para leer todo un periódico entero. A punto de acabarse el día, un magazín pasea por la mesa. Sin rumbo y a punto de caer en el olvido, un cuerpo sin sueño, unos ojos con ganas de leer y una cabeza con motivos suficientes para pensar se han encontrado, por casualidad. Y el artículo dominguero de la tan admirada Maruja Torres. Llorar de Audrey. Correcto, pero no precisamente el esperado. Un vistazo rápido y la concentración se centra en la entrevista a un hombre que, por explicar lo prohibido, lleva dos años y medio vivo pero sin vida. Exacto, la no vida de Roberto Saviano. Tras una larga semana, o no, todos estos artículos conducen a la reflexión eterna, y que a veces tendría que ser efímera. Algún que otro reportaje, una fotografía que impacta, Kapuscinski y Mali. Contundente, un magazín contundente. Pero al final pierde todo la esencia del principio. Cosas de dos, amor de película, química animal... Artículos que han encontrado la inspiración en la fecha de calendario que algunos conocen como San Valentín. Aterrador acabar el magazín de esta manera. Por suerte, la disposición de grandes autoras es el correcto. En las primeras páginas, Maruja Torres. Al final, Rosa Montero. Para conseguir que el principio y el final sea bueno. Y hoy, ha sido precisamente la segunda la que ha hecho que recuerde, desde hoy, un par de frases. Más bien, proverbios africanos.

Mi continente negro, otra vez. Aquellas tierras que no tienen nada pero que lo dan todo. La esencia de la persona reposa en aquellos lugares perdidos. La magia aparece en el rincón más inusual. Puede parecer egoísta, y sobre todo imposible, pero allí, créanme, el mundo cobra sentido. Allí, el valor está en lo que aquí se considera insignificante. El miedo también existe, pero se contrarresta con un sentimiento que aquí aún no ha encontrado cabida. Es extraño, lo sé. Volviendo al magazín, el artículo de Montero es la recopilación de proverbios africanos. Algunos irónicos, otros con cierto encanto y alguno eternamente tierno. Lean el siguiente. Todos los blancos tienen un reloj, pero jamás tienen tiempo. Su origen, Senegal. Recapaciten. Sí sí, allí son más listos que nosotros: no tienen relojes. Se levantan cuando el sol empieza a despuntar y es él mismo el que avisa cuando se tienen que retirar. Siempre hay tiempo para todo. Particularmente, aún le estoy dando vueltas a uno de Costa de Marfil... Porque vive en el agua, nunca se ven las lágrimas del pez que llora. Sublime.

En zona de descenso*

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