sábado, 20 de junio de 2009

se odia mientras añora.-

La tristeza no se puede cuantificar. Simplemente, se está triste o no se está. Hay ocasiones en que este sentimiento se intenta olvidar porque, a veces, cuesta aceptarlo. Sin embargo, es el vacío que se siente dentro el que alude a esta tristeza. Parece que todo se desmorona por momentos. Y, alrededor, no hay nadie. Eso es lo jodido. Las mismas paredes de hace unos días, hoy son testigo de un cuerpo incontrolado y de otro que se hunde. Pero nadie más. Ellos dos. Solos. Uno de los cuerpos está triste, precisamente por el vacío que siente. El otro, el otro no se sabe cómo está. Sigue siendo un ente totalmente enigmático. Y comparten la soledad. Un cuerpo, sin ser del todo consciente, está noqueado. El otro, totalmente consciente, está aniquilado. No se queja, simplemente sobrevive a los caprichos del mundo. E inmerso en aquella soledad piensa demasiadas cosas y añora otras tantas.
Está oscuro. Uno de los cuerpos ya duerme. El otro, deambula sin sentido escoltado por cuatro paredes. Cuatro paredes que cada vez odia más y que hacen del espacio un lugar cada vez más recluido. La terraza es la única comunicación con el exterior. Respira profundamente. El día ha sido demasiado duro como para poder dormir. Tampoco hay una puesta de sol que observar para poder paliar la tristeza. Cierra los ojos y se deja llevar. Y llora, llora desconsoladamente como hacía tiempo que no hacía. Durante el día, su voz ya era entrecortada. Ahora, es imposible pronunciar palabra. Pero no importa. En momentos así desconecta del mundo y se deja acariciar por el aire.
Qué está ocurriendo. Ha perdido toda fuerza como para seguir avanzando. Será la incertidumbre de un futuro inmediato. El miedo a ir cerrando ciclos. La añoranza demasiado presente en cada momento. No poder decidir. La posesión de una vida en sus manos de alguien que no la puede vivir por sí solo. Será esta última opción, sobre todo, la que consigue que pierda toda fuerza adquirida. Y allí sigue, en la terraza. Odiándose.
Una noche amarga*

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