domingo, 21 de junio de 2009

wonderwall.-

Los primeros acordes de Wonderwall. Hace años que los hermanos Gallagher avisan de llamadas inesperadas, odiosas, indiferentes, largas, breves, absurdas y, de vez en cuando, avisan de que la llamada esperada se está produciendo. Demasiado temprano, han dado paso a una llamada con cierto aire nórdico. Pero era demasiado temprano como para poder mantener una conversación fluida. Sin embargo ha sido suficiente para oír su voz, escuchar que todo va bien y decir que, por aquí, todo también está perfecto. Y ha incurrido en la misma pregunta varias veces, a todas ellas recibiendo la misma respuesta. Un petó y un t’estimo para despedirse. Jo també era el cierre de una conversación a horas comprensibles para la mayoría, pero no adecuadas para ella. Así que el día ha empezado temprano. Escapando de la reclusión de las cuatro paredes, un paseo por medio de la nada. Caminando sin rumbo fijo. Chutando piedras o cualquier obstáculo en el camino. Ojalá quitar cosas del medio fuera tan sencillo. Regresa a casa.

Varias cosas por hacer y elige la última que figura en la lista de importancia, por orden de más a menos. Se sumerge, por casualidad, otra vez, en países nórdicos. Esta vez es el turno de Suecia. Meses atrás cogió cierto afecto a una hacker muy distinta a ella. Esta vez, titulada como la heroína de los ojos fríos, se refugia en su historia para huir de la propia. Lástima que una sea de ciencia ficción mientras que la otra es sencillamente la realidad. Las horas pasan mejor conociendo nuevos nombres, de difícil pronunciación. A veces se queda ensimismada mirando la página, sin leer. Recuerda las únicas palabras que conoce en sueco. Y echa de menos a alguien que hable con cierto acento de Gotemburgo. Y, de repente, un fragmento que consiga que sonría. Harán todo lo posible para reducir daños y ahí es donde tú te vas a convertir, una vez más, en una pieza de la partida. En esta ocasión, sin embargo, no sacrificarán a ningún peón.

Y los mismos acordes, pero esta vez a media tarde. Esta sí que es la llamada esperada. Un nombre en la pantalla. Respira hondo. Tiene miedo, aunque parezca absurdo. Descuelga y, antes de decir nada, justo al otro lado, alguien cuenta. 997, 998, 999 y, a la vez, 1000. Primer insulto, a su modo. Por lo tanto, es cualquier cosa menos algo malsonante. Es, sin duda, algo cariñoso. Y se da cuenta de que sonríe. Y escucha como ríe. La conversación, en no horas intempestivas, es algo así como el resumen del día. Además de la práctica de su deporte favorito y una serie de condiciones. Y, como siempre, imposible resistirse. Primera condición cumplida. Tras las condiciones, el deseo. Unas horas, un ratito, un reencuentro. Un escaqueo. Esta parte está por ver. Como era… ¿jag sakna dig? Es una de las pocas frases por las que siempre se ha interesado por conocer en otros idiomas. Sinto saudade de você. Dentro de tres domingos el portugués volverá a formar parte de su vida. Esta vez tiene miedo, mucho miedo.

A su modo, capullo*

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